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El Chapulin Brujo

El Chapulin Brujo
Woochi Mea

Cuento Yaqui

Hubo un árbol que hablaba. Esto ocurrió en tiempos muy remotos. El árbol era profeta. Un pueblo de Yaquis enanos (los Sules, primeros habitantes de Pusolana, hoy Sonora) vivía en las inmediaciones. A estos indígenas el árbol les ensaño los nombres de todo los astros de cielo, pero también les hizo un vaticinio trágico: “Habría de llegar del norte un monstruo feroz”. En prevención de lo dicho, los Yaquis establecieron guerreros permanentes en diferentes puntos estratégicos, con el objetivo de vigilar los caminos en espera del fabuloso animal.

Un grupo se sitúo en Tetabampo (piedra en el agua) y otro en Bejulbampo (en el agua angosta). En este último lugar hizo su aparición el monstruo: una gran serpiente. Se trabó la primera gran batalla campal, pero las flechas de los guerreros se estrellaban sobre el caparazón escamoso de la bestia sin conseguir hacerle daño. Los Yaquis decidieron empezar una segunda lucha en el Sauwo Muiri (sohuaro flechado), pero esta vez las consecuencias fueron funestas para la tribu.

Sin embargo Napowisáin Jisákame (Via Lactea) no se amilanó. Mientras un grupo de guerreros hostilizaban al enemigo impidiéndole continuar su camino, comisionó a Wokoobabasela (golondrina) para pedir auxilio a Wochimea (Chapulín); en raudo vuelo partió la golondrina sobre las extensas llanuras y los montes. Al llegar ante el Chapulín brujo le dijo: “Mi señor te saluda reverente y , en nombre de los ocho pueblos, te pide que acudas en su auxilio para exterminar a la serpiente que anunció el árbol que hablaba, pues ya apareció y está acabando con los Yaquis”.

Al escuchar esto el Chapulín, profundamente pensativo, inclinó su rostro venerable y después de meditar alzó la cabeza y recomendó a la golondrina que transmitiera con prontitud el mensaje: “Di a tu jefe que pronto tendré el honor de poner mis humildes servicios a las órdenes suyas y de los ocho pueblos”.

La Mensajera se fue cruzando los aires a toda la velocidad que le permitían sus alas. Entre tanto el Chapulín afilaba los serruchos de sus patas. Luego subió al cerro Juupa roí (mesquite negro) y pronunciando ciertas palabras misteriosas dio un fuerte golpe con sus espolones sobre la cumbre. De allí se lanzó en salto tan prodigioso que cualquier persona necesitaría caminar once días y medio para recorrer la distancia que el Chapulín saltó de un brinco.

Era ya la tarde en el sitio de Kuta Wisai (cucharon de palo); los guerreros desesperaban, siempre con la vista en el cielo por si regresaba la golondrina con la respuesta. De repente, como caído del cielo, el Chapulín apareció en el centro del campamento Yaqui, donde estaban los principales jefes y entre ellos Napowisáin Jisákame (Via Lactea) y Sapawisai (Copete de Hielo). Todos se llenaron de júbilo y renació en sus espíritus la esperanza. Poseídos de asombro dieron la bienvenida a su salvador con reverentes reflexiones. El Chapulín brujo habló: “Tráiganme ramas verdes”.
Con rapidez procedieron a complir la orden, juntaron ramas y hojas verdes y las machacaron extrayéndoles el jugo.
Dio otra nueva orden el Chapulín: “Báñenme todo el cuerpo con eso y pónganme encima de aquel árbol”.

En el árbol señalado se le sentó y todos se retiraron. Por ahí tendría que pasar la serpiente y no podría ver al Chapulín porque su cuerpo bañado con el liquido, tenía el mismo color verde esmeralda del follaje y se confundía con él. El monstruo se iba acercando y cuando el Chapulín tuvo la cabeza de la bestia a su alcance se le echó encima, propinándole dos brutales espolonazos que separaron el cuerpo del monstruo, y la cabeza se fue rodando a cuatro leguas de ahí hasta el punto Ten Jawei (Boca abierta).

Un rato agonizó la bestia, pero su cabeza por sí sola podía hablar y dirigiéndose con fuerte voz a Yasikue (Muy Alto), general de la tribu en esos años, dijo: “Yo no pude exterminarlos porque fui vencido por el Chapulín y mi propósito era reinar sobre la tribu Yaqui, pero como me derrotó, ahora les advierto que se cuiden mucho, porque pasando los años vendrán del oriente y del sur unos hombres blancos con armas poderosas que vomitan fuego. Si quieren salir avantes en la lucha, quítenles sus armas y combátanlos sin miedo y sin descanso. De lo contrario, todos serán esclavizados y despojados de sus tierras.

Yasikue mandó emisarios a comunicar el fatal vaticinio a los jefes Yaquis. Así lo supieron Wata Chomókame (quien tiene por sombrero una canasta), Omteme (El corajudo), Korasepe (Falda de cerro), Repákeme (El que tiene aretes) y Aakimore (El pensador). La noticia corrió entre los Yaquis causando gran preocupación por el peligro que sobre ellos se cernía, pues desde entonces dieron por seguro que se cumpliría el vaticinio hecho por la cabeza de la serpiente. Yasikue agregó al aviso la orden de que todos estuvieran listos y que la vigilancia fuera redoblada. Del cuerpo de la serpiente convertida en piedra se formo un cerro: El Bakot Takaa (Cuerpo de culebra).

Tomado del libro Cuentos, Mitos y Leyendas Yoremes – SEP/Difocur 2006

Relatos tomados del Encuentro de Narradores Orales en la comunidad de Loma de Guamuchil en el municipio de Cajeme Sonora 2002.

La perfecta geometría de imágenes y pensamientos

 

Me encuentro una vez más frente a la perfecta geometría de imagenes en una caminata por la mañana. El sol y el aroma inexplicable de tierra mojada alimentan mis sentidos y mi espirítu. Un minúsculo momento de éxtasis que se resbala de la existencia. Las hojas se desprenden de sus árboles haciendo su danza rítmica hasta finalmente caer; el viento lo mece todo incluyendo mi pelo y la luz se filtra a través de las ramas creando diseños cambiantes a mi alrededor.

Una canción improvisada resuena desde el interior de mi ser. Cierro los ojos y te veo en todas partes, haciendo lo que haces eternamente. Indiferente; desprevenida de mi existencia y el culto que he ingeniado en torno a tí. 

Soy el padre fuerte que carga a sus hijas hacia las nubes y les enseña a hacer malabares con las estrellas y las montañas. Soy el loco necio e incoherente que carece de amigos pero que es abundante en adversarios - ellos me abrazan y refinan, me hacen más fuerte con su odio y envidia que guardan en secreto. Soy un destello de luz fugaz y vislumbrante que apenas si alcansas a percibir. Soy el animal interestelar que ha decidido buscarte por capricho y por afan; que te viene siguiendo desde que coincidió en aquella era tu mirada con la mía. 

En cambio a tí te siento lejos como siempre, donde mereces estar. Lejos pero en todas partes a la vez. Y no seré completo hasta que sea hombre suficiente para subir montañas y cruzar desiertos; para liberar naciones y devolverle el honor a razas antiguas. Sólo entonces te podré ver y se realizará mi fantasía desesperada de la intimidad contigo bajo la sombra fresca de un roble. Vienen a mí las imágenes repentinas de tu cuertpo vivo y vibrante tendiéndose sobre el mío mientras te pruebo sobre todas las direcciones del tiempo y espacio. Tus dulces caricias, cada una la duración de microsegundos fragmentados y siglos compactados; besos que me hacen regresar hasta el principio del universo cuando por primera vez te pensé.

Quizá lo mejor será viajar a un planeta distante donde no existan teléfonos, ni televisores; amigos, ni amigas, ni los estúpidos trabajos. Solamente la ternura de un ser para el otro y el fruto que nos quiera dar la tierra. Así que donde quiera que estés y lo que sea que estés haciendo, espero que seas feliz y que no te acuerdes jamas de mí.

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